Crucifijo por Santos Bregaña para Numena

Las primeras representaciones del Cristo en la Cruz nos lo muestran con los ojos abiertos, triunfando ante la muerte. Los brazos horizontales y las piernas paralelas, levemente abiertas. Manos y pies atravesados por clavos, no tres sino cuatro.A esta representación histórica de la crucifixión se la denomina triumphans. A menudo con túnica, calzado y con corona de rey, la Crux triumphalis aparece en las iglesias románicas en ocasiones “levitando” entre la nave mayor y el coro.

De una forma algo desordenada le siguen otros modelos de representación. Consecutivamente el cristo patiens, ya muerto pero sin sufrimiento, en paz, relajado, vaciado de su volundad (kénosis) y a continuación, desde el Renacimiento, el Cristo dolens, cuya figura se expresa del suplicio en la mueca del rostro y con una gestualidad corporal de dolor, curvando brazos y piernas y mostrando el padecimiento de la tortura de las heridas y la crucifixión.

Ocasionalmente desnudo, normalmente con un paño de pureza (perizonium) exhibe la corona de espinas en su cabeza. Se representa el efecto de la gravedad y los brazos se inclinan poco a poco conforme pasan los lustros y los siglos, tomando forma deY.Se muestran las cinco llagas y ambos pies se superponen. Durante el Barroco obviamente la expresividad va en aumento y el cuerpo se retuerce aún más como signo del tormento.

Si pudiésemos acelerar esa secuencia de representaciones, desde el triumphans al dolens, pasando por el patiens, en un tiempo que se extiende desde el siglo V a nuestros días, en cientos de miles de representaciones, Cristo haría una suerte de danza desde lo estático hasta el dolor. Desde el triunfo sobre la muerte a la resignación del final antes de la resurrección.

En esta propuesta, una cuarta forma que no renuncia a la tradición, un cristo imbricatens (superpuesto): a la manera de la conocida paradoja de la superposición cuántica de Schrödinger, el hijo de Dios está vivo y muerto simultáneamente. Presente y ausente a la vez, fallecido y resucitado paralelamente. La pieza muestra una cruz con figura que por un lado es cóncavo, vivo y presente y por el dorso es convexo y ausente en consecuencia.

Un cristo metafísico que sobre un soporte contemporáneo a modo de trampolín permite orientarse en la sala hacia el centro de la estancia para su mejor visibilidad y colocarse en un sentido u otro según la luz y la ocasión. En la versión translúcida la superposicón es si cabe más evidente tal y como muestran las imágenes.